Paseos por bodegas, recorridos neoclásicos o copas al aire fresco de la ribera del Duero son algunas de las ofertas de la capital del norte de Portugal.
En Oporto se duerme tapado en agosto. Esto puede ser ya de por sí un incentivo para los que en verano quieran huir de la quema sin poner muchos kilómetros de por medio. La capital del norte de Portugal encierra además múltiples atractivos que la convierten en una escapada perfecta. Ciudad portuaria con pinceladas inglesas, aires decadentes y una pátina vanguardista, Oporto ofrece, entre otras cosas, visitas a las bodegas de sus famosos vinos, ejemplos del mejor azulejo portugués, perlas novecentistas o cenas de bacalao fresco y copas en la ribera del río.
De bodegas
En el XVII los comerciantes ingleses, debido a las constantes guerras con la vecina Francia, tenían dificultades para importar los vinos de Burdeos. Se aficionaron así a los portugueses, pero éstos soportaban mal el cruce del canal. Para aguantar la travesía del Atlántico les añadieron aguardiente. Y así nació el Oporto.
Hoy, en Gaia, se concentran las grandes bodegas de este vino: Offley, Cálem, Ferreira, Sandeman, Ramos Pinto... Todas pueden ser visitadas. Algunas cobran (máximo cuatro euros), otras, como Croft, Cockburn, Quinta do Noval o Taylor's, regalan la visita con guía y una copa de ruby, blanco, y otra de twany, una de las variedades de tinto (mapa 1).
De azulejos
Portugal es cuna del azulejo artesanal. Es frecuente encontrarlo no sólo como decoración en interiores, sino como revestimiento de fachadas, una costumbre que se acentuó en el XVIcon el regreso de Brasil de emigrantes portugueses con los bolsillos llenos. Imprescindibles de Oporto son la Capilla de las almas (rua de Santa Catarina 428, m. 2), la Iglesia de San Ildefonso (praça da Batalha, m. 3), el interior de la Estación de San Benito (praça de Almeida Garret, m. 4), los azulejos que cubren el claustro gótico de la Catedral (terreiro da sé, m. 5) y la Iglesia del Carmo (rua do Carmo, m.6).
Paseo medieval
Oporto fue visigoda, romana, árabe... El gallego Vimara Pérez lideró la reconquista en el siglo IX y un siglo después, Teresa de León, madre de Alfonso I de Borgoña, primer rey de Portugal, donó las tierras de Oporto al obispo Don Hugo, que le otorgó el primer fuero.
Además de epicentro comercial, el Oporto medieval es pues tierra testigo de disputas, de las que dan testimonio, por ejemplo, la conocida como Muralla Primitiva (largo de Vandoma, .m. 7), la Murralla Fernandinacon su imponente Muro de Santa Clara (trecho de los Guindais, m. 8) o el Muro de los Soportales de la Ribeira (m.9).
Merecen también una visita la Catedral, de estilo románico y, sobre todo, su claustro (tres euros la entrada), la Iglesia de Santa Clara (largo 1 de Dezembro, m. 10), la Casa de la calle de la Reboleira (m. 11), la Iglesia de San Francisco (Rua do Infante D. Enrique, m. 12) o la Casa del Infante (dos euros y gratis los fines de semana, m. 13).
De la torre a la 'feitoria'
Oporto encierra varias perlas del barroco y del neoclasicismo portugués. Del primero son buenos ejemplos la Iglesia y Torre de los Clérigos, sello de la ciudad de 76 metros de altura (dos euros, rua de S. Joao Novo, m. 15), la fachada de la Iglesia de la Misericordia (rua das Flores. m. 16) o la Iglesia de la Orden do Terco (rua de Cimo de Vila, m. 17).
En la segunda mitad del XVIII, medio tutelado por la colonia inglesa, se llevó a cabo un importante plan de reforma urbanística que afectó a construcciones tanto civiles como religiosas.
De esta etapa son la la Iglesia de la Lapa (largo de Lapa, m. 18), el Hospital de San Antonio (lago P. Abel Salazar), el Palacio de la Bolsa (seis euros, rua Ferreira Borges, m. 19), la Feitoria Inglesa (R. do Infante Dom Henrique 8, m. 20) o la Plaza de la Ribeira, lugar perfecto para acabar el día en alguna de sus terrazas.
Museo, libro y café
Oporto también tiene su versión del famoso A Brasileira lisboeta. Se trata del café Majestic (Rua de Santa Catarina, 112, m. 21), un local novecentista que combina maderas y espejos, con terraza, un pequeño patio y precios ligeramente por encima de la media pero razonables. Otra visita obligada es la librería Lello & Irmão (rua das Carmelitas, 144, m. 22), una maravilla neogótica de finales del XIX.
Finalmente, merece la pena asomarse al Museo de Arte Contemporáneo de Serralves (cinco euros, rua D. João de Castro, 210, m. 23), diseñado por el pritzker Siza Vieira y, cerca de la rotonda de Boavista, a la Casa de la Música (tres euros, Avenida da Boavista, 604-610m m. 24) del holandés Rem Koolhaas.
Bacalao y callos
En las orillas del Duero, incluida la de Gaia, se encuentran la mayor parte de restaurantes y bares de copas. Los locales de Gaia tienen fama de ser más modernos pero más flojos que los que se concentran alrededor de la Plaza de la Ribeira. En realidad, en ambos lados se puede degustar un sabroso bacalhau, un caldo verde, tripas a moda do Porto (callos) o una lubina a la parrilla.
Chez Lapin (Rua dos Canastreiros, 40/42), por ejemplo, pese a su nombre, ofrece una carta tradicional que incluye variedad de pescado y vinos de la zona por unos 30¤ por persona. Como en muchos de los locales de la Riberia, se echa de menos una mejor ventilación. En Gaia, el Bacalhoerio (Avenida Diogo Leite, 74) sólo tiene dos segundos de carne. El resto es todo bacalao de mil formas. Sabroso y bien servido. En la misma zona, los picos más finos se pueden cruzar al Dom Tonho (Cais da Ribeira, 13), moderno, bien puesto, con carta variada pero precios alegres.
Fuera de circuito, en la Praça da Batalha hay varías churrasquerías poco sofisticadas pero muy asequibles. Carnes y pescados a la brasa, vino y caipiriña por 20 euros. Muy recomendables.
El País
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